domingo, 27 de agosto de 2017

El promotor cultural

La muerte de Ulises Juárez Polanco afecta a toda Nicaragua, y el problema es que Nicaragua no lo sabe todavía. Me cuesta recordar una pérdida tan significativa en muchos años, porque la de Francisco Ruiz Udiel fue la del promesante todavía por construir. En el caso de Ulises, y apenas a sus 33 años, ya había hecho una carrera como escritor pero, por encima de todo, como promotor cultural. Esta figura es esencial en cualquier país: toda nación cultural necesita a su Juan Cruz, por así decirlo. Nicaragua tenía el suyo, y lo mejor era que el futuro que tenía por delante era espléndido.

Era.

El viernes nos abrumamos con la noticia de su muerte. Este joven, que ya había sido declarado uno de los 25 secretos mejor guardados en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, era una presencia insustituible en todo evento cultural. Su mente, pero también su cuerpo (portentoso, grávido, feliz) paseaban por el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra como parte de un decorado fijo. Si aparecía por ahí el reflejo de Ulises es que la cosa iba a ir bien. Una garantía. La lista de inventos en los que ha estado metido da escalofríos: las revistas Carátula (digital) y El Hilo Azul, el festival internacional de literatura "Centroamérica Cuenta", la dirección del mencionado Centro Cultural, autor de cuentos, poesía y con una novela en ciernes...

La sombra de Sergio Ramírez es alargada en su caso. Maestro y discípulo uno y otro, Ulises era casi un albacea de su obra, su continuador natural. Sergio perdió a Francisco y ahora pierde a Ulises: una crueldad inmunda.

La cultura nicaragüense sin Ulises no sé que va a ser, pero será otra cosa con toda seguridad. Escritores tenemos muchos, por fortuna. Platicadores, una legión. Pero personas como Ulises, que aglutinan el devenir de una cosmogonía nacional y la ponen en práctica, son únicos. Había un Ulises por antonomasia, el de Ítaca. Aquí teníamos otro, que ya había recorrido ese camino varias veces. El viaje terminó. Y veo la lluvia que llega tras los cristales de mi casa.